*Es la clara muestra de la evolución que han tenido los luchadores en México, pues han sabido combinar su vida deportiva con la profesional y en su caso cuenta con maestría, doctorado y es docente de la BUAP
Antonio Zamora
Puebla, Pue.- Como todo superhéroe, Asturiano cuenta con una identidad secreta. Por las mañanas es un reconocido docente en la Facultad de Cultura Física de la BUAP y por las noches se pone la máscara y se convierte en un luchador que tiene en los vuelos y lances su especialidad.
Sobrino de una de las leyendas del pancracio en la Angelópolis como lo fue El Tarahumara, se curtió ‘a la antigua’: con entrenamientos extenuantes y una disciplina casi militar hasta preparar su cuerpo para las exigencias que este deporte tiene.
Es la clara muestra de la evolución que han tenido los luchadores en México durante los últimos años, pues han sabido combinar su vida deportiva con la profesional, y en su caso cuenta con maestría y doctorado, además de que imparte clases en la máxima casa de estudios del estado.
“La gente se debe dar cuenta que el luchador ya no es el mismo de antes, el albañil, el panadero o talachero, el luchador también se prepara, hay muchos luchadores que ya tienen una profesión”.
Infinidad de luchas, rivalidades, triunfos y derrotas, su carrera ha tenido de todo a lo largo de estos más de 30 años para Asturiano, aunque uno de los momentos de ensueño que vivió fue apenas en marzo pasado cuando hizo su debut en la Arena México, en la que participó en la eliminatoria para coronar al nuevo Campeón Súper Ligero del Consejo Mundial de Lucha Libre que terminó ganando el también poblano Stigma.
“El luchar en la Arena México era un sueño frustrado para mí, pero por fin lo pude cumplir, si bien al principio tenía nervios, los hice a un lado porque quería disfrutar lo que me gusta, y eso me sirvió para dar un mejor espectáculo. Ese siempre ha sido mi lema y me ha funcionado para que las cosas salgan de la mejor manera”.
La idea de ser luchador la tuvo desde niño, por eso la disciplina la encontró a muy corta edad; asistió a una escuela militarizada en la que le enseñaron a saber cómo defenderse y a hacer sus primeros movimientos de lucha libre, lo que le sirvió como preámbulo.
“Eso ayudó a que la lucha libre se me facilitara además de que mi papá ya andaba en este gremio, lo acompañaba a las funciones en la Arena Puebla, y comencé a entrenar lucha libre a los diez años”.
Cuando era pequeño, se ilusionaba cada vez que veía luchar a su papá y a su tío, entrar a la catedral de la lucha libre en Puebla, lo llenaba de emoción, y cumplir el sueño de subirse al cuadrilátero sagrado de la Arena Puebla lo logró a los 18 años de edad, eso sí, precedido de mucho esfuerzo y sacrificio.
“Me costó mucho trabajo debutar en la Arena Puebla, cuando empecé a entrenar ahí, me mandaban a otros municipios como San Martín (Texmelucan) y Tehuacán para foguearme, y tenía entrenamientos de cinco horas. Fue hasta los 18 años que me dieron la oportunidad de presentarme, fue en un Día del Padre. Me puse muy nervioso ese día, fue un mano a mano, no me vi mal”.
Pero a sus 48 años de edad, todavía tiene muchas metas por cumplir como luchador, aunque el sueño más grande es presentarse en una de las empresas más grandes del mundo, la New Japan, un objetivo para el que ya trabaja.
“No quiero máscaras, ni cabelleras ni títulos, quiero mi viaje a Japón, pero no como turista, sino como luchador para una empresa importante como para la New Japan, cuando logre eso ya me podré retirar tranquilamente”.